
Muchos años, muchos...
Largos, muy largos.
Tantos que se hacían interminables.
Los días parecían no tener fin.
Y las noches pesadas, sin aliento.
Y siempre, cada hora, cada minuto, cada segundo.
Siempre, una pregunta.
¿ Por qué... ?
Las respuestas no llegan cuando preguntamos.
No, mientras preguntamos estamos en la pregunta.
No, las respuestas son pacientes, no tienen prisa.
Las respuestas esperan a que la pregunta haya madurado.
Y entonces...
Un día ya sin dudas, sin esperar, sin preguntar...
Alguien llegó y le dijo...
- Desde que te conozco tengo la profunda sensación que soy mejor persona.
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