
Cuando los primeros árboles del bosque le vieron llegar se corrian la voz de unos a otros:
- El niño, que viene el niño...
Levantaron sus ramas cuanto pudieron para darle sombra y no molestarle, sacaron de si mismos sus mejores perfumes y sonreían a su paso.
Y aquel anciano caminó entre ellos despacio, satisfecho y agradecido. Sintiéndose seguro.
Toda su vida había sido jardinero. Un honrado, sencillo y servicial jardinero.
Los árboles lo sabían...
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